M.Night Shyamalan es el mejor director del siglo XXI, sin duda. Pensadlo bien y no encontraréis a otro igual que levante tantas pasiones y odios cada vez que estrena una película. De nadie se habla tanto: ni Scorsesses, ni Spielbergs, ni Bays, ni Allens, ni Amenábares, ni Camerons ni Almodóvares. El director americano (me niego a llamarlo indio) ha sido capaz de darnos al público, en lo que llevamos de siglo, la friolera de 6 películas a cada cual más polémica, no porque sus historias sean provocadoras ni violentas (para eso ya tenemos a Haneke), sino por el revuelo que causan sus críticas. En estos últimos 10 años nadie ha imprimido un estilo tan personal, inconfundible, precioso, único, íntimo y misterioso. Pero desde que hizo El Bosque el público empezó a dudar de su capacidad de volver a ¿sorprendernos? y desde entonces le ha caído una lluvia de palos inmerecidísima y desproporcionada. Sinceramente no sé qué le pide la gente o qué busca en su cine, debería hacer una simple encuesta porque mediante la lógica es imposible sacarlo. Lo que sí está claro es que si no nos da lo que queremos lo crucificamos sin más. Está de moda criticar a Shyamalan, queda muy cool regodearse en sus fiascos. Podríamos decir que Shyamalan es el iPhone 4 del cine.

Como director no es perfecto, por supuesto. Todos los directores grandes han tenido patizanos innombrables en sus carreras (véase el Jack de Coppola, el Hook de Spielberg, la mitad de la filmografía de Ridley Scott, etc). Y para mí su gran patinazo fue El Incidente. Porque reconozcámoslo, después de ofrecernos 5 historias maravillosas pasó a hacer una película donde la gente huye de la hierba. Aun teniendo dos escenas grandiosas (los primeros suicidios en Philadelphia y el encuentro final de la pareja, insuperables) la película era un fallo de principio a fin. Y ahora con su nueva cinta 'Airbender: El Último Guerrero' la gente ha vuelto a pensar lo mismo. Creemos que nos encontramos ante el truño del año y del milenio, pero no es así, ni mucho menos.

UNA HISTORIA QUE NO CALA
Como ya he dicho, no sé (ni yo mismo) qué le pedimos al director cuando nos sentamos en el cine a verle. Lo que sí ha pasado con esta última es que no hemos tenido en cuenta el producto que ha hecho, que se trata de una adaptación de una serie infantil. La gran mayoría de los que hemos ido a verle ha sido simplemente por el nombre de quien la ha hecho, algo de lo que el director puede sentirse más que orgulloso, pero no por la película en sí. Y como era lógico la crítica ha vuelto a darle palos hasta en el cielo la boca. En cambio no ha tenido en cuenta que el original de donde venía se trataba de una serie infantil, que era de dibujos animados y que encima era apta para todos los públicos. Creo que en toda su carrera no ha hecho una película con el público objetivo mejor definido. El problema es que no éramos nosotros.

Aunque toda la culpa se la achaquemos a Shyamalan está claro que el problema, en este caso, no se encuentra en el director sino en la historia. Que nosotros, como público adulto, difícilmente conectamos con ella. Con esto no quiero decir que las películas infantiles no sean para el público adulto (de hecho véanse las últimas de Pixar), pero sí que esta historia de ese guerrero a lo Moisés que controla todos los elementos no nos llega tan adentro. Shyamalan pone toda su pasión y fuerza de buen director en la primera película que la idea no es enteramente suya. Yo no he visto la serie, pero por lo visto resume toda una temporada en 103 minutos y eso se nota, que la historia va a trompicones pegando saltos. Aun así lo aplaudo, ojalá hubiese dirigido la 6ª temporada de Perdidos en hora y media nada más.


Y es en los momentos íntimos donde vemos al Shyamalan más auténtico, en los pequeños encuadres cerrados en dodne los personajes hablan del ying y el yang y el tira y afloja. Donde volvemos a ver al director que nos emocionaba con los problemas de los personajes que se confesaban los unos a los otros (Cole al Dr. Crowe, Bruce Willis a su hijo, Mel Gibson con su familia, Joaquin Phoenix declarándose a una ciega y preciosa Bryce Dallas Howard o Paul Giamatti llorando ante el recuerdo de su familia perdida, de nuevo, ante una preciosa Bryce Dallas Howard). En esta atentos a la escena donde dos personajes empiezan a hablar y llueve ceniza, increíble. Y una vez que sale de lo íntimo Shyamalan nos ofrece increíbles secuencias de acción rodadas en plano secuencia con unas coreografías de puras artes marciales calculadas y sin chorradas a lo Matrix. En el apartado actoral podemos decir que casi todos están horribles, a excepción Shaun Tobb, quien hace del Tío Iroh (que ojalá fuera mi tío). Pero bueno, los actores no importan, ¿verdad? Quien importa es Shyamalan.

LA MEJOR BANDA SONORA DEL AÑO
Pero si hay algo que hay que destacar de la cinta, y cuya simple presencia ya es motivo suficiente para ver la película, es la poderosísima partitura de James Newton Howard. Donde, una vez más, ha vuelto a demostrar que a día de hoy es el mejor compositor vivo que hay. Reconozco que su escucha aislada no me provocó demasiadas pasiones, pero cuando comencé a escucharla en pantalla y ver las imágenes que le acompañaban casi me muero (por no decir una burrada mayor) de gusto. Mis oídos lo estaban alucinando. En la actualidad no hay Director/Compositor que mejor se entiendan (y que ahora no me venga el listo de turno a hablarme sobre Burton/Elfman, como dicen los de Muchachada su última banda sonora vuelve a ser la misma mierda). Shyamalan no es nadie sin Newton Howard y, éste, no es nadie sin Shyamalan. Y en Airbender vuelve a regalarlos una de las mejores piezas de la historia de la música de cine, con un tema heroíco que ya no se podrá desprender nunca del personaje y un intimismo que hacía tiempo que no escuchábamos. Una obra maestra.

M. Night ha intentado volver a redimirse, lleva haciéndolo desde La Joven del Agua porque cree que nos ha fallado y porque nosotros, el público, somos quienes más le importamos. Pero no le hemos vuelto a dejar.